Reflexion ante el Momento Supremo. La Muerte.

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Tras el desenlace inevitable de la muerte, aparece ante nuestra expectativa la tremenda interrogación de que será de nosotros y de nuestra conciencia. ¿Desaparecerá nuestro <Yo> diluido entre los restos del cadáver, o regresaremos algún día haciendo realidad la esperanza de la reencarnación? Existe aun otra posibilidad: tal vez el espíritu continué viviendo, conociendo, y sintiendo, gozando y padeciendo de otra naturaleza, distinta a la actual pero tan real como ella.

Intentemos partir de un hecho objetivo. La muerte forma parte de la vida, es el último acto, la conclusión, el fin. La verdad es que uno empieza a morirse en el mismo momento que nace, quizás incluso antes: en el mismo instante de ser concebido. Y lo hacemos al compás de un reloj inexorable en el que nunca podremos saber que hora de nuestra vida es. Nacer y morir son los momentos cumbres de nuestra existencia, el principio y el final. Lo demás <> poca importancia tendría por que la sentimos, disfrutamos y sufrimos; es decir, por que tenemos conciencia de estar vivos. Si nos planteamos que la vida solamente conduce a la muerte, nuestro paso por el mundo y por la historia no tiene sentido, es algo absurdo.

Si no terminamos nuestros días de manera violenta, al final nos encontraremos en una fría sala de hospital clasificados por el personal competente como “enfermos terminales”, aguardando simplemente <> que nuestra muerte llegue. Lo mas seguro es que todos los que nos rodean sabrán antes que nosotros, y probablemente comenzaran a mirarnos como difuntos antes de que efectivamente lo seamos. Contestaran con evasivas a nuestras preguntas; evitaran mirarnos de frente; intentaran disimular y parecer tranquilos. Tal vez nos resistamos a morir y defendamos con las ultimas fuerzas nuestro pequeño reducto de esperanza creyendo y esforzándonos para convencer a los demás de que el diagnostico clínico que nos condena esta equivocado, de que no puede ser, de que no merecemos eso. Todo será inútil: la muerte llegara, claro de improviso y la viviremos en la mas absoluta de las soledades; por que nos morimos solos, lo mismo que nacemos solos, aunque en el instante del suceso nos hallemos acompañados de los seres mas queridos. Nadie nos va a acompañar en el paso de esa frontera imprecisa que conduce a lo desconocido. Estarán con nosotros, pero solamente para decirnos adiós. Aceptémoslo: nacemos solos y morimos solos. De lo primero que no nos damos cuenta, pero de nuestra soledad ante la muerte si. Y ello no debe de extrañarnos, por que estamos solos durante toda la vida. Lo que nos acompaña <> es accidental, no se une a nosotros de una manera total e intima, no llega a formar parte de nuestro ser. La familia a la que amamos es esta, es este nuestro trabajo este el ambiente en el que nos desenvolvemos, nuestro pueblo, nuestros amigos. Pero no necesariamente: podían haber sido otros, entre los que igualmente nos encontraríamos solos. La autentica biografía es la soledad, de eso no hay duda. Dejando al margen, si es posible los apasionamientos, la vida se reduce a pura lógica. Es un ciclo que se abre con la composición de un nuevo ser <> que se forma a base de sustancias diversas y se cierra con la descomposición o separación de las mismas cuando el cadáver se corrompe. Química y algo mas <>. El resto es casi pura ilusión que solo cobra valor en la conciencia de cada uno.

No obstante, vivimos como si la muerte no existiera. Al menos la admitimos en los demás, y es por que la estamos contemplando a diario en quienes se mueren a nuestro alrededor y van desapareciendo del panorama que compartíamos con ellos. No queremos negar la muerte; pero no queremos pensar en ella. Nos resistimos a aceptarla, por que su afirmación negaría los valores superfluos de la cosas que nos interesan y a las que nos aferramos como náufragos; aunque sabemos que esta acechando y nos golpeara certeramente cuando ella lo decida...

Carlos E. Pacheco S.

Escrito Una Noche de Marzo de 1999

Alguien Más Aquí

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El silencio es el comodín de mi vida, y el tiempo es el joker de mi historia. Ingredientes tan necesarios que me hacen ser mas mortal que cualquier pedazo de carne, y que me orilla a ser tan común como cualquier ser humano que vive la historia de su vida tan pasivamente extrema, solo por que tiene que vivirla… que vive lo que escribe y sueña lo que no vive.


Solo soy alguien más aquí, que vive en la más perfecta armonía con las palabras, sin que las pronuncie o las escriba. Soy y seguiré siendo alguien que seguramente no conoces, pero casi puedo asegurar que aunque avancemos descuadrados por caminos separados, vamos en la misma dirección, solo por que mientras yo siga escribiendo de noche sin que nadie me vea y tú seguirás leyendo de día esto que siento.

Carlos E. Pacheco S.

Escuchando: La noche

Lunes 17 de Noviembre de 2008 [3:45 a.m.]